Padre echa a la calle a su esposa con sus mellizos recién nacidos: años después le ruega ayuda – Historia del día

Un padre que no está dispuesto a gastar dinero para criar a sus gemelas recién nacidas le pide a su esposa que dé una en adopción. Él la echa con las niñas cuando ella se niega y llama a su puerta para pedir ayuda cinco años después.

Era una noche fría y lluviosa, y Angie acunaba a sus bebés recién nacidas en la parada del autobús.

“¿Adónde iremos? Dios, por favor, ayúdanos. Protégenos durante esta difícil noche”, rezó, mientras limpiaba las lágrimas de los rostros de sus bebés.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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Angie no tenía adónde ir. Sus padres habían muerto hacía mucho tiempo y no podía contar con el padre de las niñas.

De repente, sintió que algo se movía detrás de ella y se aterrorizó. Reunió el coraje para proteger a sus bebés y volteó a ver: “¡Es un perro!”, suspiró.

Angie nunca imaginó que su vida cambiaría de la noche a la mañana. No pensó que su esposo Javier, en quien había confiado durante todo su matrimonio, la echaría con sus bebés solo una semana después de su nacimiento.

“Cómo desearía que mi mamá estuviera conmigo hoy… ¡Lo siento, mamá!, ahora sé que debí haberte escuchado. No debí apresurar mi matrimonio con Javier”, sollozó Angie.

Angie había conocido a Javier hacía cinco años, poco después de graduarse. Era un hombre joven y apuesto, y ella pensó que era el indicado.

Se enamoraron de inmediato y vivieron una historia de amor de cuento de hadas con una excepción: no tuvieron un “felices para siempre”. Los problemas surgieron en el cuarto año de su matrimonio cuando ella le dijo que estaba embarazada.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Sabes que acabo de comenzar mi negocio. Habíamos pospuesto la planificación del bebé todos estos años y aún no estoy listo para ser padre”, argumentó Javier, algo molestó cuando le mostró las dos líneas rosas en su prueba de embarazo.

La renuencia de Javier a ser padre era un indicio de que no estaba preparado para las responsabilidades. Angie se debatía entre su anhelo de ser madre y la negativa de su esposo de tener hijos. Todo empeoró al saber que esperaba gemelos.

Cuando Angie se preparaba para su primer eco, Javier le dijo en broma: “Espero que no salgas y me digas que vamos a tener gemelos”. Su boca se curvó en un gesto que ella detestaba. Momentos después, la broma se hizo realidad.

“¿Qué pasó?”, le preguntó, impaciente por su respuesta. “¿Qué dijo el doctor?”.

Angie estaba pálida, angustiada y preocupada. Se tragó su miedo y le dijo: “Nuestras bebés están bien”, dijo.

“¿Bebés?”, exclamó.

El escaneo que Angie permitió vislumbrar dos pequeñas vidas que crecían dentro de ella. Estaba embarazada de gemelas y Javier no estaba feliz de saberlo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Javier se dirigió a su auto mientras Angie corría detrás de él. Estaba nerviosa y pensó que quizás pronto estaría encantado con la idea. Pero sus reacciones demostraron lo contrario.

Él se distanció de Angie día a día y se enfocó en su trabajo. Ella sabía que estaba molesto por tener gemelas y asumió que se calmaría con el tiempo, pero todo empeoró durante el tercer trimestre.

Angie estaba en el hospital, esperando que Javier viera a sus recién nacidas. Pero nunca apareció. Envió a un chofer tres días después para llevar a Angie y las bebés a casa.

Javier no quería involucrarse con las niñas. Ni siquiera les dio la bienvenida a casa. No estaba feliz y no estaba preparado para ser su padre. Pero Angie no imaginó lo que le propondría.

“Nos quedamos con una sola niña y damos la otra en adopción. Si te parece bien, seremos una familia de tres. Si no, puedes irte de la casa con ellas”, le dijo.

Al principio, Angie pensó que Javier estaba bromeando. Arrastró su maleta a la sala de estar y la puso frente a ella, haciéndole saber que hablaba en serio.

“No estoy listo para criar a dos hijas y gastar todo mi dinero en ellas. Mi negocio está prosperando y necesito concentrarme en ganar más dinero… No quiero desperdiciar mi tiempo y mi riqueza en criar dos niñas. Estoy dispuesto a aceptar solo una”, explicó.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Angie estaba devastada. “Son nuestras hijas, Javier. ¿Cómo puedes pedirle a una madre que entregue a su bebé? ¿Estás loco? Las amo a las dos, no podría escoger solo una”, lloró. Pero Javier no cedió.

“Puedes quedarte en esta casa siempre y cuando aceptes mis condiciones. Quédate con una sola bebé o vete si quieres a las dos. Decide con sabiduría”, dijo, sabiendo que Angie no tenía adónde ir.

Ella tomó su maleta y salió de la casa con sus hijas. La codicia de Javier lo había enceguecido, pero Angie estaba allí para protegerlas.

Angie volvió al presente y se encontró todavía en la parada de autobús, acunando a sus bebés. “¿Adónde iré? Por favor, ayúdame, Dios”, suplicó y fue interrumpida por un intenso haz de rayos de luz.

“Hola, ¿estás bien? Está lloviendo mucho. ¿Quieres que te lleve?”, ofreció la voz de una mujer, desde un taxi. Angie levantó la mirada y vio a una monja. Envolvió a sus bebés en su chaqueta y se acercó al auto.

“¡Qué adorables son tus bebés!”, exclamó la monja. “Sube. Te llevaré. ¿Adónde quieres ir?”.

“No lo sé, hermana”, admitió Angie. “Estoy sola y no sé bien qué hacer. Mis bebés y yo fuimos abandonadas por quien debía cuidarnos y protegernos”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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La monja entendió su difícil situación e inmediatamente la llevó al convento. Angie y sus hijas, Sofía y Mariela, encontraron un refugio seguro allí, mientras lograban salir adelante.

Angie comenzó a enseñar en la escuela administrada por la iglesia. También aceptó un trabajo a tiempo parcial en un restaurante y, tres años después, había logrado ahorrar una buena cantidad de dinero para abrir una pequeña cafetería.

Gradualmente, Angie comenzó a darle a sus hijas una vida mejor. Pero en el fondo de su corazón, esperaba que Javier se diera cuenta de su error y viniera a conocerlas algún día.

Pasaron cinco años y Angie pudo adquirir su propia casa. Era pequeña, pero muy acogedora y cómoda. Disfrutaba viendo crecer a Sofía y Mariela, a pesar de las dificultades por las que a veces pasaba.

Su negocio floreció, gracias a su gran motivación y buena actitud. El negocio de Javier, en cambio, se vino abajo eventualmente. Él estaba ahogado en deudas, y pronto se vio solo y sin apoyo de los inversionistas.

Javier sabía lo bien que le estaba yendo a Angie en ese momento y pensó que ella podía ayudarlo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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“Hola, ¿qué haces aquí?”, preguntó Angie sorprendida. Cuando abrió la puerta, lo menos que esperaba era ver a Javier en el umbral. “¡Adelante!”.

Javier sonrió vagamente e inmediatamente se disculpó. “Lamento mucho haberte abandonado. Mi codicia me costó mucho. Estoy en bancarrota. Por favor, perdóname. Necesito tu ayuda”.

Angie ahora entendía por qué había venido Javier. Se había enterado de sus problemas económicos, pero nunca pensó que él la visitaría y se disculparía, y mucho menos que le pediría ayuda.

Javier vio una foto de Angie con las niñas y lloró. “Lo siento mucho. Por favor, perdonen a su papá”, dijo. El corazón de Angie se conmovió. Sabía que él había venido a buscar ayuda económica, y estaba considerando dársela.

“No sé si podré devolverte esta cantidad de dinero pronto. Necesitaré tiempo. Sé que fui una persona horrible y un padre sin corazón, y no imaginas cuánto te agradezco esto”, sollozó al tomar el cheque de la mano de Angie.

“La noche que me echaste con nuestras hijas, aprendí el daño que puede hacer la avaricia. Y hoy aprendí lo que es el perdón. Todos cometemos errores, pero como humanos, debemos perdonarnos unos a otros”, dijo Angie.

Esa noche, ambos tuvieron la oportunidad de hablar sinceramente. Angie le propuso conocer a las niñas y poco a poco aprender a ser el padre que ellas necesitaban. Él aceptó emocionado.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Siempre que puedas, ayuda a tu prójimo. Cuando la monja vio a Angie y sus bebés recién nacidas en la parada de autobús en una noche lluviosa, les ofreció llevarlas. Les dio albergue en el convento tras enterarse de su situación.
  • Uno de los mejores atributos de los humanos es la capacidad de perdonar. A pesar de haber sido agraviada por Javier, Angie lo perdonó y lo ayudó económicamente cuando él se acercó a ella con una disculpa.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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